Marina,
asomada al balcón, contempla la calle
engalanada, y la algarabía de los vecinos y turistas le traen aromas de alegría
de tiempos pasados, cuando del brazo de su Pepe, visitaban las «Barracas» y en
las esquinas de las calles sellaban su recorrido con un furtivo beso. Cada año,
desde el accidente, se pasea por ellas, desliza la mano por las paredes y se la
lleva despacio a la boca para evocar el sabor dulce de sus labios, y sepultar
por un instante la amargura del vacío. Las lágrimas se deslizan incontroladas
sobre su rostro, siempre furtivas, en soledad. De este modo lo decidió tras el
entierro de su esposo, la energía que derrocharía en cada llantina la guardaría
para hacer sonreír a su pequeña Alicia, postrada en silla de ruedas el mismo
día en que un conductor borracho perdió el control del volante, y viró con él
la felicidad soñada desde que abandonaron el pueblo para instalarse en la
capital. Alicante acogió el nacimiento de las gemelas dieciocho años atrás y,
Marina, que seca sus mejillas con el dorso de la mano, se ilumina al recordar
el rostro de Cristina, cuando fue elegida «Belleza» por la comisión de su «Hoguera»
en las fiestas que concluyen hoy.
Lo
hemos hecho bien, Pepe, lo hemos hecho
bien…─ habla en voz alta mientras contempla el cielo─. Las niñas nos han salido
buenas, tienen tu corazón, cariño. ¡No
veas cómo las quieren en el barrio! Si las hubieras visto hacer de guía
turístico con los miembros de la asociación de sordomudos de Elche. Aprendieron
el lenguaje de signos y les han mostrado todos los eventos de estas «Hogueras».
Estoy segura de que te hubieras llenado de orgullo si estuvieras aquí. Bueno,
sé que nos estás viendo y cuidando desde arriba… La niña durante la ofrenda a
la Virgen del Remedio rezó por ti y por su hermana, las dos son inseparables.
Estas han sido las hogueras más bonitas desde que no estás… Alicia es feliz, a
pesar de…y Cristina ha lucido tan preciosa…
Confío en que la «cremà» de este año se haya llevado lo malo por mucho
tiempo…
─Mami,
ya estamos aquí─ dijo Alicia, mientras cerraba la puerta─. No te imaginas la de
gente que hay, la calle está a tope. Hemos ido a despedir a los chicos y chicas
de la asociación, son súper majos y se lo han pasado genial. Dicen que el año
que viene repiten y que se lo hemos explicado todo de lujo. ¿Mamá? ¿Mami, estás
ahí?..
─Sí,
cariño. Estaba arreglando los tiestos del balcón…Me alegro mucho de que haya
ido tan bien. Cris, estás muy callada, hija ¿No te has divertido?
─Claro,
mami, pero me da tanta pena que acaben las fiestas. Este año ha sido uno de los
mejores de mi vida…
─Quédate
con lo bueno, los recuerdos que guardarás en fotografías, en videos, en el
libro de fiestas, además de toda la gente a la que has conocido. Eso siempre lo
llevaras contigo.
─Lo
sé, pero no puedo evitarlo…
─Cris,
todavía falta por saber si te elegirán «Belleza del fuego» para las fiestas del
año que viene─ repuso Alicia─ ¿Te imaginas?.. Estoy segura de que las
comisiones te darán el voto. Y no es pasión de hermana.
─Pues
no es difícil, Ali. ¿Has visto acaso a las «Bellezas» de este año?..─contesta
Cris.
─Más
difícil lo tengo yo, así que no te rindas antes de intentarlo. Todas las
candidatas podéis llegar a serlo, y no
te quiero ver triste, ya has llorado lo suficiente durante la «cremà». ¡Hala! A
pensar cómo prepararemos la candidatura.
Cristina
admiró la fortaleza de la joven que tenía enfrente, que no medía más de metro y
medio en su silla de ruedas, pero que inundaba cualquier estancia con su ánimo
y sabiduría. El accidente habría dejado insensible sus piernas para siempre, a
la vez que su corazón se había dilatado de generosidad y altruismo. Las dos hermanas,
que físicamente habían heredado la misma hermosura mediterránea, compartían
rasgos esenciales de personalidad, aunque a Cristina le faltaba el arrojo de su
gemela.
***
Han
pasado diez meses desde que finalizaron los festejos del año anterior. Este
lapso ha sido intenso de actividad y emociones. Cristina ha tenido numerosos
eventos y entrevistas para que el jurado la conociera antes de la ansiada
votación. La ilusión y los nervios pasados no tienen comparación con los de las
horas previas a la gala de elección de la «Belleza del fuego» y su corte de
honor. El acontecimiento tendrá lugar en la plaza de toros, ante miles de
alicantinos. Es el momento más esperado por todas las candidatas y sus
familias. Marina repasa los detalles del vestido que lucirá Cristina en la
gala: las enaguas de hilo, la enorme falda de damasco en plata, púrpura y azul
cielo, cubierta por el negro delantal redondeado de puntilla; el corpiño de
terciopelo negro bordado en plata, la mantilla de encaje blanco y los zapatos
de raso. El vestido de novia alicantina, que será el último que lucirá Cristina
en la ceremonia, se exhibe en un maniquí, alquilado para la ocasión, y que
contemplarán amigos y vecinos antes de vestir a la aspirante, mientras se les
agasaja con un aperitivo.
Alicia
ha ayudado a su hermana a prepararse antes de los eventos, a elaborar sus
discursos, a ensayar las poses e, incluso,
a estudiar para el examen de selectividad. Se diría que forman un único
ser, las piernas de una son la voluntad de la otra, la felicidad de la otra, la
motivación de una, y el cariño de ambas, la savia que alimenta la coraza con la
que su madre se enfrenta al abatimiento.
Cuando
Pepe y Marina pisaron por primera vez suelo alicantino a final de los años
ochenta, se prendaron de la ciudad, ellos venían de un pequeño pueblo de Teruel
y el único ruido que escuchaban al despertar era el de los pájaros que
sobrevolaban la amplia meseta que rodeaba el pueblo. Nada comparable a la
«despertà», que cada año protagoniza la banda de música municipal a las ocho de
la mañana, para recordar que la festividad de San Juan se debe vivir con el
frenesí de una gran ocasión. Las primeras hogueras que visitaron les parecieron auténticas obras de arte, que
reunían la crítica política, el sarcasmo y el costumbrismo local; por ello, no
comprendían por qué iban a ser quemadas en la noche del veinticuatro de junio y
la razón de que el esfuerzo de aquellos artistas se viera reducido a cenizas en
unos cuantos minutos. En cuanto Marina presenció el acto se empapó del hechizo
de aquel instante, cuando el humo de las llamas que se alzaba hasta el cielo
contenía las almas de los ninots y la magia de la pirotecnia convertía las
lágrimas de aquellos muñecos en las estrellas de luz que iluminarían sus
cabezas. Marina aprendió una lección aquella fantástica noche: los tiempos
tristes que la vida le reservara los teñiría de colores, como el fuego
purificador que aniquila una etapa pero matiza la venidera. Y eso hizo el día
del festival de la elección. Disfrutó con sus hijas de cada instante con
entusiasmo.
Alcanzaron
la plaza de toros en media hora. El acto comenzaba a las nueve y media de la
noche con la presentación de las
candidatas infantiles y a las diez, el de las adultas. Cristina y el resto de
sus compañeras desfilarán con traje de noche, para presentarse con sus mejores
galas, ante el aforo de casi diez mil personas que contemplan desde las gradas
a las futuras representantes de la fiesta principal de Alicante. Las
«Hogueras», con nombre de mujer, también visten uno de sus actos más
importantes con su mejor vestido, la danza y la música, para ofrecérselas
engalanadas a un público entregado. El festival homenajeaba a la luna, testigo
de cada elección de «Belleza del fuego» y sus damas de honor, desde comienzos
de los años treinta hasta la actualidad, foco celeste que ha iluminado las
sonrisas de cada una de las mujeres y niñas que vivirán un año de ensueño.
Antes
de pisar firme el escenario, Cristina, a quien le es casi imposible controlar
la sensación de que unos revoltosos
seres celebran su propia fiesta en el estómago, al ritmo de los tambores que
retumban en su corazón, eleva una promesa al cielo estrellado de la noche de
mayo, fecha que permanecerá tatuada a fuego en su memoria. Memoria que
atesorará este último acto en cofre de oro, mientras que el tiempo transcurrido
durante meses para sus preparativos, quedará encerrado en el cuarto de los
recuerdos sin interés, así de injusto es el lugar de las evocaciones. Y en un
espacio tan breve e intenso, como en el que caben dos desfiles, arropados por
sus respectivas coreografías, llega el momento en que los siete nombres serán
pronunciados por la misma voz que ha relatado, desde el anonimato, lo
acontecido. Cristina, después de cada uno de los nombramientos, piensa en lo
merecido que lo tienen las chicas y de cómo ha disfrutado del festival, en cómo
se esfuma la promesa que se había hecho y en cómo le hubiera gustado que se
hiciera realidad; entonces, desde el subconsciente, que le habla con la misma
preciosa voz del locutor de radio que ha
nombrado a las anteriores, escucha su nombre y sonríe, su rostro permanece con
esa expresión hasta que el codazo de una de sus compañeras la devuelve a aquel
escenario, a aquel preciso momento en el que varias se abalanzan sobre ella y
la colman de felicitaciones. Cristina se ha convertido en novia de Alicante, en
«Belleza del fuego».
El
coso está a punto de desmoronarse por los aplausos y gritos. Entre los
espectadores hay dos personas que se aprietan la mano con fuerza, que se miran
a los ojos arrasados en lágrimas, y que agradecen al espíritu de su hogar,
seguras de que las acompaña, la dicha de aquel milagro.
***
El
veintiséis de junio amaneció raso y caluroso, el buen tiempo había acompañado a
Cristina en todos los actos y festejos que conmemoraron las «Hogueras» de su
año de reinado que comienza, vividos todos ellos con ímpetu y agrado, como se
goza lo que sabes no volverás a sentir nunca. No olvidó uno solo de esos
días la promesa que hizo la noche de su
proclamación. Se había encargado de prepararlo todo con las seis damas de
honor, que se habían convertido en sus grandes aliadas. Había contactado con
los amigos de la asociación de
sordomudos, con los que habían congeniado durante el periplo guiado por las
fiestas, y ya lo tenían todo listo para la gran sorpresa Así que esa mañana,
según lo previsto, se levantó fingiendo unas terribles náuseas:
─Mamá,
no me encuentro bien, he tenido que visitar el baño un par de veces y creo que
no voy a poder acudir a la sesión de fotos de esta tarde. Me tendría que quedar
a ver si mejoro para el desfile. Lo
siento, mami…
─Bueno
hija qué le vamos a hacer, no pasa nada. Ahora mismo llamo para informar de tu
estado.
─No,
mamá. Eso no es posible, me he comprometido con el periódico local y se ha
movilizado a un montón de gente para que ahora falle. Creo que tengo la
solución.
─Hija,
no me parece bien que vayas en ese estado. Además que puedes contagiar a todas
las damas.
─No
estoy pensando en ir yo ─repuso Cristina- sino en Alicia.
─
¡¿Alicia?! ¡Te has vuelto loca! Pero
¡¿Cómo?!...
─Mira,
lo tengo todo pensado, hablo con las damas de honor y que la preparen para que
el fotógrafo aparezca justo cuando ya están todas sentadas, nadie lo notará.
─No
sé, hija. No lo veo…me parece muy arriesgado.
─Que
no, mami. Déjame que lo organice todo, ya verás cómo sale bien.
Marina
conocía la testarudez de su hija, así que no insistió más de la cuenta, a pesar
de que no le parecía un buen plan y pensaba que hacía aguas por todos lados,
desconocía que el mismo había sido elaborado con minuciosidad desde hacía mes y
medio.
Cristina
se lo propuso a Alicia, que al principio se negó, pero, debido a su gran corazón
y el amor que sentía por su hermana, terminó por ceder.
Durante
la sesión de maquillaje y peinado, se sintió como la reina que era sin saberlo.
Cuando se vio reflejada en el espejo, descubrió a una Alicia con la que había
soñado alguna noche en la oscuridad de su cuarto, en el silencio de los sueños
prohibidos, los que encierran en caja fuerte
las personas que han sepultado la añoranza de lo perdido y que solo
pueden abrir con la combinación de su voluntad.
La
recogió el taxi, que la llevó a donde pensaba que estaría el salón del
fotógrafo, la acompañaban dos de las damas de honor que la habían ayudado a
vestirse. Marina prefirió quedarse cuidando de Cristina.
A
Alicia le extrañó que hubiera tanto ajetreo cuando abordaron el trayecto final,
la ayudaron a bajar del coche y allí la esperaban otras cuatro damas de honor y
sus queridos amigos sordomudos, que le
dieron una gran sorpresa. La cogieron en brazos y la transportaron a una nave
donde le esperaba una gran carroza, bellamente decorada y en la que se habían
instalado dos bancos, forrados de tela de raso azul, y un espléndido trono
dorado. Fue entonces, cuando comprendió lo que había hecho Cristina y la piel
de su cuerpo se erizó con el torrente de cariño que sintió hacia ella en ese
momento. Faltaban escasamente quince minutos para que diera comienzo la
cabalgata de fin de fiesta que recorrería las principales calles de la ciudad y
que estaría presidida por la carroza que ocupaba la «Belleza» y sus damas de
honor.
Entre
gritos y aplausos, bañada de confeti, del calor de los centenares de
alicantinos y turistas, que disfrutaban del espectáculo engalanado por la banda
de música, Alicia, la niña que creció, como la del cuento, en un breve y
fatídico instante, vivió el suyo propio, de incognito, ante la mirada
embelesada de su madre y su hermana, y con la certeza de que un ángel la
observaba desde arriba. No le importaba que nadie más lo supiera, porque aquel
momento era la fantasía que abriría la caja fuerte de sus sueños perdidos.
Felicitaciones querida Almudena por tan merecido 1er. premio.
ResponderEliminarHermosa historia y hermosa elección del nombre MARINA... así se llama mi hija mayor!!