viernes, 26 de agosto de 2016

ALICANTE, SU GENTE Y SUS COSTUMBRES, Aurora María Posada

Juan, el tabernero, esperó en la puerta la llegada de algún habitual, sobrado de tiempo, para observar y meditar. Hacía casi medio siglo que este marinero había llegado de muy lejos a la ciudad de Alicante. En busca de sueños leídos en pasquines pasados de mano en mano por los chicos del orfanato donde, por primera vez, vio imágenes grandiosas y coloridas de las famosas Fogatas de Sant Joan.

Desde aquellos tiempos, sus ojos recorrieron y vieron extinguirse infinitas hogueras, y con ellas a la mujer que él denominó el amor de su vida. Juan, convertido en un viejo cabeza dura, siempre decía a quien le quisiera escuchar:
—El amor me abandonó a medio camino.
—Porque él así lo quiso —refutaba Lucia Elena.
Desde muy temprano, mucha gente había salido y entrado del establecimiento para luego sumarse a los centenares que se movilizaban en grupos por las calles hacia el camino de la gran celebración.
Los carruajes, con las bellezas en alto acompañados de los cuerpos de baile y vistiendo trajes tradicionales, formaban embotellamientos por todos lados; mientras, policías y bomberos intentaban en vano poner orden a los que se cruzaban las vallas de contención. Parecía que al pueblo de alicantinos y a los miles de turistas no les importaba nada más, en la vida, que llegar a la hoguera principal de la plaza del Ayuntamiento.
Juan, inmutable e ingrávido, se mantenía en la puerta mientras la nube de polvo se extinguía, segundo a segundo, hasta perderse en la cuesta. Por momentos parecía tragarse todo el desfile, ignorando las penas del alma y el purgatorio de sus participantes.
Mirando a su alrededor, con ojos de recién llegado como si fuese la primera vez que miraba lo que ya había visto año tras año, sintió de pronto el latigazo de la nostalgia. Pensó, por un segundo, cerrar la puerta e ir tras el festejo de costumbres pasadas y añoranzas propias. Sus pensamientos volaron tras la nube para tomar la mano de la de tiempos antes. Como “un minot indultado” saltar la hoguera antes de quedar reducido a cenizas.
Eso mismo pensó año tras año  hasta pasar veinte, treinta... Y solo él sabe cuántos más.
De pronto, a través de la polvorera, vio aparecer al párroco, Don José María, que se acercaba con paso de tortuga para alcanzar la puerta. Más de tres meses que no se le veía. Entrecruzaron un par de palabras, después de echarle la bendición y ajustándose las gafas, se paró en medio del salón para escudriñar el lugar.
Unos cuantos parroquianos, ya entonados, gritaban más fuerte que la algarabía de los enfiestados.
Siguiendo a Lucia Elena, que ya le llevaba su vino favorito, le dijo:
—No niña tráeme una “paloma” con brevas, para el calor.
Se sentó con dificultad, como si arrastrara con todos los pecados de la comarca. José María, desde muy joven, se entrego a la devoción. No porque su padre así lo quiso, sino por vocación. Desde muy pequeño bendecía todo: comida, plantas, insectos. Dios siempre estaba a flor de labios: Si Dios quiere; Si Dios lo permite; Gracias a Dios.
Participó con entusiasmo en todo lo que se le encomendó: Bautizó, sacramento en matrimonio, perdonó pecados infantiles, consoló a viudas. Y, a veces, blasfemó en latín y en silencio, al confesar: avaricia, gula, envidia, soberbia. Persignándose, repetidas veces, por cada una de las conciencias descargadas.
Se negó rotundamente al traslado a una de las principales Iglesias, de la ciudad de Valencia, nombrado Monseñor. Se sentía comprometido con la gente humilde del barrio de Torrellano. Con ellos había comenzado sus primeras misas. Y fueron ellos los que, agradecidos, abarrotaron la parroquia con obsequios, al enterarse de su acción.
Aunque, muchas veces, su amigo de infancia, el doctor Zalaquett, lo increpó con el dedo en alto:
—¡Vamos!..., José María. Que no fue la gente del pueblo que te eligió como párroco.
—¡Ya Calla!  ¡No Blasfemes!
Lucía Elena no se daba por enterada de lo que pasaba afuera. No miraba, no oía, como si nada estuviera sucediendo. Para ella, su trabajo en la Taberna lo era todo, todo. Servía vinos, sangría y tapas con una sonrisa generosa, como las propinas que, de algunos, recibía. Tenía por costumbre anotar en su libreta, no tan solo los pedidos, también: horas de llegada, conversaciones, insultos, discusiones, fechas claves, nombres de clientes nuevos.
Juan se molestaba. Pero no por ello dejaba de hacerlo.
— Así aprendo a escribir, —se defendía.
Representaba menos de sus veinte y dos. Delgada y de mirada asustadiza, de boca imprudente y melena corta. A la gente le parecía que era medio loca, la acusaban de inventar chismes contra otros.
—Ver y escuchar no es pecado —le dijo el señor cura cuando, temerosa, se confesó. Tenía miedo de ser expulsada del pueblo. Entonces, cuando le preguntaban de esto o aquello, inventaba historias fantásticas, muy alejadas de la verdad. Y quien la escuchaba quedaba atónito y feliz, a beneficio propio.
Había llegado al pueblo siete años atrás. Precisamente un 22 de junio. Bajando del tranvía, sudada y hambrienta, se encontró con la romería más importante para los alicantinos: La ofrenda de flores a la Virgen del Remedio. De pronto se vio saltando bañada en flores, sumándose y alabando a la patrona de Alicante. Se mezcló entre alegres bandas de músicos que acompañaban a las bellezas de hoguera: parecían novias entregadas al altar. Todas portando enormes ramos de flores, todas encintadas, de pie a cabeza, todas de singular hermosura.
Lucía Elena no podrá olvidar ese día por el resto de su vida. Ese día sintió que la abrazaban en medio de la calle y le decían  «aquí te quedarás, aquí estarás a salvo». Fue una señal de la virgen. Allí mismo, como un milagro, en la mismísima fachada de la Catedral de San Nicolás, se tropezó con el curita del pueblo, que le dio confianza por su forma de besar el escapulario. Y que la llevo a dormir a casa de dona Martita. A la semana estaba lavando copas en la taberna de Juan.
Nunca más quiso salir de allí. Solo, a veces, daba una vuelta la taberna, para tomar aliento.
Al otro extremo de la barra estaba Oriol, bebedor de todas las tardes y exagerado fumador de puros. Había entrado, antes del cura, con su traje de pana siempre impecable,  alzando su sombrero para saludar. Se notaba su “rareza” hasta en su modo de caminar. Como de costumbre, se sentó en la barra, hundió la barbilla en su pecho y comenzó su auto charla-contingente:
—Siglos de memorias y millones de libros a la hoguera, Ignorantes que se dejan embaucar como borregos…La misma mezcla de viejos que tienen mucho y los mismos pobres de siempre, que no tienen nada.
Como buen profesor de filosofía, cargo que desempeñó antes de ser un “raro”, llevaba siempre consigo un libro diferente que leía sin cansancio, tal como bebía.
Cayendo el atardecer, alcanzó la puerta, inflado de orgullo, Jacinto apodado “El tuerto” porque sus ojos bailaban en sus cuencas y miraba de lado. Albañil de oficio. Deambulando siempre de ciudad en ciudad, cruzaba el océano, varias veces al año.
Los últimos meses había vuelto a ser vendedor ambulante: un pequeño cargamento de baratijas, que extendía sobre un paño azul en las calles más concurridas o en el plaza de los Luceros. Siempre expiando a los “polis” y listo para defender su tesoro: correr  “patitas que te quiero”
Hoy el orgullo le brillaba en la frente, se sentía diferente, amaba su oficio. Había sido llamado por el mismísimo representante del distrito para formar parte de la plantá o proceso de ensamblaje de la hoguera mayor. Cómo no sentirse especial, si pocos eran los elegidos para tan magno evento.
Nunca se quejaba de la dureza del trabajo, pero sí de lo poco que podía estar con su mujer y chavales. Amaba a su mujer tanto como a sus hijos, los llevaba consigo, no tan solo en foto sino en cada martillazo. Sus manos trataban la madera por pulir tal como rozaba el cuerpo de su mujer.
—La pared se cae de vieja, —le advertía a Juan, el tabernero.

Para entonces la taberna empezaba a desocuparse. Se acercaba la hora de la Mascletả. Y todos, incluyendo al Filósofo, salieron y se amontonaron en medio de la calle a disfrutar del espectáculo.

NACER CON FUEGO, Núria Burguillos

Juan vino al mundo una noche de fuego de 1944. Mientras la ciudad ardía y las Fogueres de San Chuan crepitaban, su madre intentaba llegar al hospital en medio de una gran algarabía. Las heridas de la guerra supuraban todavía por los barrios, donde la vida cotidiana había perdido todo su color desde el estallido de la Guerra Civil. Pero la noche de San Juan, los alicantinos se lanzaron a la calle, intentando emular el espíritu festivo de antes de la contienda, y las cabalgatas le impidieron llegar a su destino. El niño nació en plena calle, entre lenguas de fuego y tracas ensordecedoras, pero no fue eso lo peor, lo que a ella le dolió de verdad fue no poder oír el primer llanto de su hijo.

Ironías de la vida, entre la danza de los gigantes y el baile de los cabezudos, dio a luz junto a una hoguera titulada “Manual del estraperlo. 2.000 maneras de hacer dinero”, retablo burlesco con intención satírica, que los predestinó: el hambre y la necesidad obligaron a su marido a emigrar, dejándolos solos para siempre.
***
El fuego es símbolo de creación, de nacimiento, de principio, de luz original, de alegría, elemento divino y divinizado por el hombre que, sumergido en los misterios de la noche, se alegra cuando sus ojos son alumbrados por los rayos del sol, al llegar el día. Pero es también destrucción, lo quema todo, y su ambivalencia lo convirtió en símbolo de la humanidad, representando por igual el bien y el mal.
El hombre sabe de lo bueno y de lo malo del fuego, de las ventajas y de los peligros relacionados con él. Lo necesita para vivir, pero aprendió a no fiarse de él, pues a veces le cae del cielo en forma de rayo o de bomba, y mata. Cuando lo hace parece un castigo de Dios. Y cuando la Tierra lo escupe en forma de volcán, arrasa con toda la vida. El fuego es principio de vida, de revelación, de iluminación y de purificación, pero también es pasión y destrucción. Brilla en el paraíso y quema en el infierno, da vida y la quita en forma de cenizas.
Hefesto-Vulcano era el dios del fuego para los griegos, reinaba sobre el fuego de los volcanes y de los metales, era el herrero de los dioses. Prometeo, robó el fuego de la forja de los dioses a espaldas de Hefesto, a fin de darlo a los hombres que él creó. Fue considerado bienhechor de la humanidad por tomar el fuego del cielo con el objetivo de hacernos la vida más agradable. Para castigarlo, Zeus lo encadenó a una roca con ataduras de acero forjadas por Hefesto, y lo condenó a que un águila le devorase eternamente el hígado, que siempre se reconstituía. Se encuentran, en el suplicio de Prometeo, dos símbolos en analogía con el fuego: el águila, ave solar llamada también pájaro-trueno, mensajera de los dioses, que transporta el fuego del cielo; y el hígado, considerado la sede del alma, o el órgano por el cual el alma está unida con el cuerpo que anima. El fuego de las pasiones del alma se halla ahí.
Gibil era el dios del fuego entre los habitantes de Mesopotamia, y Moloch, el de los cananeos y los cartagineses. Atar era el genio del fuego de la Persia de Mazdak, y el dios-fuego que tenía el poder de leer en el corazón de los hombres. En la India, Agni es el dios del hogar; Sürya, el dios del sol; Indra, el dios del rayo o del cielo, y Brahma, el dios supremo, parecido al fuego, según la tradición hindú. Las vestales, sacerdotisas de Vesta, la diosa griega del fuego del hogar doméstico, eran sus guardianas.
Según la leyenda, la salamandra, animal metafórico, vive en el fuego. Es la guardiana de las llamas, la representación del dragón, el símbolo de la energía primordial, la chispa vital, el fuego de Dios. Entre los antiguos romanos y germanos, y luego en la Europa de la Inquisición, se sometía a los presuntos culpables a los llamados ''juicios de Dios'', que no eran otra cosa sino una prueba de fuego, consistente en sostener una barra de hierro al rojo vivo. Si los sometidos a esta prueba presentaban quemaduras en las manos, eran condenados.
Las hogueras de San Juan, que arden la noche del 23 de junio, fueron antiguamente unos fuegos de fertilización y de purificación que se encendían el día del solsticio de verano, justo antes de las cosechas, para honrar a los dioses y agradecerles sus bondades, o justo después, para purificar la tierra.
***
El niño creció feliz a pesar del abandono y la escasez. Le encantaba la escuela y dibujaba todo el día. Los colores de madera Alpino eran su delirio, y los cuadernos de láminas se convirtieron en su verdadera pasión. Para su cumpleaños, la madre sabía qué regalarle, pero el año tenía trescientos sesenta y cinco días y Juan hacía tres o cuatro bocetos diarios; no le duraban nada, necesitaba más material. Cuando se quedaba sin hojas, no tenía más remedio que pedirlas prestadas, o ir a la carnicería para que la dueña le regalara algún pliego de papel vegetal con el que envolvía la mercancía. Fiel a su destino, adoraba las Fogueres de San Chuan. Los últimos días de junio y el principio del verano los disfrutaba como nadie. Su madre se volvía más permisiva y lo dejaba quedarse hasta tarde en la barraca del barrio, segura de que la magia de aquella noche lo protegía. Allí pasó momentos memorables con su pandilla, y allí conoció también a la primera niña que le robó el corazón.
Malvivieron como pudieron durante años, hasta aquel día en que la madre lloró al verse obligada a sacarlo de la escuela. Era el mayor de los hijos y tenía que ayudarla a llenar las otras bocas que esperaban alimento como polluelos en el nido. Acababa de cumplir doce años y le ofrecieron la oportunidad de acogerlo como aprendiz en la imprenta del barrio.
Desde aquel momento, cambió la calle por los libros y el salitre del mar por el aroma de las tintas de estampar, y empezó a ser conocido como el diablillo de la imprenta Laribal. Como todos los diablillos del gremio, era el primero en llegar al taller y el último en salir. Se levantaba a las seis de la mañana para barrerlo y limpiarlo. Luego lavaba las formas de los moldes de letras y lo ordenaba todo para cuando llegaban los oficiales. Entonces hacía todo tipo de tareas: limpiar las cajas, recoger las letras caídas al suelo, traer y llevar las pruebas de imprenta a los autores, ir en busca de los originales y estar dispuesto para todo lo que mandara el resto del personal.
Su madre lo llevó allí con la esperanza de que aprendiera un oficio con el vivir el resto de su vida. La formación debía durar unos cuatro años y el jefe se comprometió a alimentarlo, a vestirlo y a pagarle un pequeño salario para ayudar a mantener la casa. Su buena conducta y actitud propició que enseguida lo dejaran acercarse a las cajas para distribuir las letras empastadas y a componer pequeñas esquelas de convites o cosas de poca importancia. Se aplicó y procuró hacerlo bien. Aprendió rápido y progresó en sus conocimientos y aptitudes, aspirando siempre a hacer trabajos más cualificados. Sin embargo, desde el principio supo que aquello no era para toda la vida.
Aquel año, el Ayuntamiento les encargó la impresión de los carteles de las Fogueres de San Chuan y Juan quedó fascinado y maravillado por el arte de las litografías.
La litografía es una técnica de grabado inventada en el siglo XVIII y utilizada por muchos grandes artistas desde su invención. Es un proceso de impresión que consiste en reproducir sobre papel lo dibujado con una tinta especial o lápiz graso sobre la superficie de una piedra calcárea compacta y muy homogénea. La piedra compacta tiene forma de placa gruesa con sus dos caras opuestas paralelas y una de ellas pulida muy finamente. Desde que Juan la descubrió no dejó de soñar en poder imprimir con esa técnica sus propias litografías. Mientras trajinaba, imaginaba bocetos que a veces dibujaba en el reverso de las obras de otros artistas. Le encantaba trazar sus ideas en aquellos cartones gigantes, que luego borraba con cuidado para no dejar rastro.
Una noche el maestro de la imprenta trabajó hasta la madrugada para sacar un encargo que corría urgencia y fue cuando lo descubrió. Admiró, incrédulo, su propio rostro plasmado en uno de las láminas para imprimir. Durante largo rato se preguntó quien sería el autor de aquel extraordinario dibujo, hasta que en la parte inferior derecha del papel descubrió la inicial J, y unos cuernos de diablillo.
***
Desde 1930, el Ayuntamiento de Alicante convocaba un concurso de carteles para anunciar las fiestas de las Fogueres de San Chuan. Su origen se remontaba al siglo anterior, pero por esos años éstas ya se celebraban por todo lo alto, con un variado programa de actividades. Aquel año se celebró con corridas de toros, concursos de castillos de fuegos e, incluso, conciertos de la Sinfónica de Madrid. En ediciones anteriores, Alicante Atracción, había sido la encargada de la producción de los carteles murales, pero aquel año cesó su adjudicación y una bella litografía inauguró una nueva etapa en la gestión de los mismos, aunque manteniendo la tradición.
Al año siguiente, del cartel titulado Lolon, se editaron mil ejemplares, con un presupuesto de ochocientas treinta y cinco pesetas y en cuya convocatoria, la alcaldía invitó a los artistas de Alicante y su provincia a un concurso para la confección del cartel. Gracias a la obra, que se conservó en las dependencias del consistorio en perfectas condiciones, sabemos que además de las actividades habituales realizadas hasta entonces, en aquella edición se instalaron atracciones.
Las fiestas de la bella ciudad costera iban tomando forma y su organización, año tras año, superaba al anterior. En la década de los treinta, el concurso municipal para diseñar el cartel se convocó de forma habitual, estableciéndose un premio en metálico para los ganadores. En plena Segunda República, el cartel Rojo y Mar, uno de los más bellos editados hasta la fecha, se alzó con el premio, entre los veinte que se presentaron. El monto se estableció en la generosa cantidad de quinientas pesetas, lo que demuestra la importancia que los festejos tenían para los gobernantes de la ciudad.
Poco a poco las Fogueres de San Chuan se identificaron como una verdadera fiesta popular, donde hasta los deportes hicieron acto de presencia. Llama la atención también que en los carteles se anunciaran las rebajas de los precios en los viajes por ferrocarriles, autobuses y mar, para los asistentes a los festejos, lo que deja patente la vocación de la administración municipal por convertirlos en algo más que una fiesta local. Se tiraba la casa por la ventana y el evento se anunciaba a los cuatro vientos. El concurso de carteles fue consolidándose a la par que los festejos ganaban prestigio y, año tras año, aumentaba la participación.
En 1933 una preciosa litografía anunciaba actividades de lo más variadas, destacando la actuación de treinta bandas musicales, verbenas, tracas y una gran palmera de fuegos artificiales. Sin duda, las Fogueres de San Chuan eran ya la gran fiesta estival de la costa alicantina. A partir de 1934, los carteles anunciadores tuvieron menos color, debido a que la normativa limitó el uso de las tintas, siendo éstas solamente cinco y planas. No por ello las obras ganadoras perdieron calidad y fueron menos bellas. A las convocatorias concurrían artistas destacados y los negocios locales se beneficiaban también. Imprentas como Modernas Gráficas Gutenberg, Sucesor de Such Serra y Compañía y Gráficas Estilo, imprimieron durante varios años las obras ganadoras. Al año siguiente, las fiestas brillaron no solo por su atractivo lúdico y cultural, sino por su gran iluminación y su proyección internacional. Eso se refleja en el cartel ganador, elaborado con la clara intención de atraer visitantes hasta de Oran y de Argel.
No cabe duda que durante la República, por su carácter popular, las Fogueres de San Chuan alcanzaron su máximo esplendor. En 1936, los ninots y el fuego se convirtieron en los protagonistas indiscutibles de la litografía que anunciaría la última convocatoria durante muchos años. La Guerra Civil cambió el fuego purificador de origen mitológico por el fuego mortal de origen fascista, y significó un antes y un después escalofriante de los festejos, que fueron interrumpidos durante varios años.
Durante la guerra, Alicante sufrió ciento dieciocho bombardeos. Las hogueras desaparecieron y las bombas caídas del cielo, para matar y aterrorizar a la población civil, destruyeron la alegría de su población, regaron de sangre la tierra y sembraron su paisaje de muertos. En 1939, la ciudad se convirtió en el último reducto de legitimidad republicana, siendo la última en rendirse, y su puerto simbolizó la esperanza republicana para subir a un barco camino al exilio.
***
Juan cerró la puerta y salió corriendo. Nada en el mundo le gustaba más que asistir a las clases de la Escuela de Artes y Oficios en la que había ingresado recientemente como flamante alumno. Lo inscribió el maestro de la Imprenta Laribal. Aún recuerda el día que se lo comunicó como el más feliz de su vida. Aquel hombre era un sabio, tenía buen corazón y supo apreciar en él ese extraño don que tienen los artistas. Sin dudarlo, se convirtió en su mecenas. A cambio, le pidió que algún día trajera a la imprenta el premio del concurso de carteles de las fiestas de San Juan. Si lo conseguía, saldaría la deuda que tenía con él.
El chico no lo pensó dos veces y se puso manos a la obra. Acababa de cumplir catorce años y se había convertido en un adolescente espigado y atractivo. Parecía mayor. Su madre estaba orgullosa de él y presumía de hijo en el vecindario. No era para menos. Había sido un perfecto aprendiz desde que el maestro Laribal lo acogiera en su taller. Había trabajado duro y la vida lo había premiado. Era buen estudiante, amaba el arte, el dibujo y la pintura y, lo más importante, estaba tocado por los dioses y lo que dibujaba llegaba al corazón. Era aplicado, obediente y constante, no se dejaba vencer por las dificultades y no tenía miedo al futuro. Adoraba a sus hermanas y no se cansaba de decir que algún día se haría famoso, ganaría mucho dinero y les daría a todas una vida mejor.
La escuela de Artes y Oficios le proporcionó un estimable nivel cultural y recibió educación de tipo técnico, en materias con perspectiva de empleo a corto plazo, para llegar a ser oficial y luego, maestro. Como en la Edad Media, él y su protector estrecharon lazos de amistad, llegando a considerarse de la misma familia La preparación que adquirió se orientó a las necesidades del momento concreto del país, finales de los cincuenta, pero su formación se centró en el aprendizaje de lo que más le gustaba, el dibujo artístico.
Todas las mañanas atravesaba la ciudad con los bártulos de dibujar, y en su gran carpeta de cartón atesoraba las láminas que entregaba al profesor. Fueron tiempos de estudio, de esfuerzo y de dedicación. Allí permaneció durante cuatro años, recibiendo el título de Pintor y Escultor en 1962 como el mejor alumno de su promoción.
En 1970 viajó a París, donde entró en contacto con numerosos artistas del momento. Allí vivió varios años y realizó su primera gran exposición. En esa etapa sintetizó sus emociones pintando personajes aislados, esquemáticos, enfrentados a la intensidad de la vida, siguiendo una línea singular de gran claridad expresiva. Más tarde viajó y se posicionó contra el imperialismo y las guerras que sobrecogieron al mundo. Realizó importantes murales por diversos países, que le dieron fama internacional.
Tras varios años de intenso trabajo, presentó en el Museo de Bellas Artes de París su obra Nacer con fuego, en la que recogió diversos elementos de la historia universal, de su tierra natal y de su experiencia vital. Plasmó en una deslumbrante sucesión de telas los bombardeos sobre la ciudad de Alicante, el parto de su madre entre lenguas de fuego, la desaparición del padre, la soledad de la adolescencia, el amor fraternal y el agradecimiento al hombre que lo apoyó. Todo ello contextualizado en los años de la postguerra española, la que sintió en sus propias carnes; telas donde su drama y su tragedia, como de todos los tiempos, no dejaban indiferente a nadie.

Llegó a lo más alto, pero nunca olvidó a su gente, ni el lugar donde nació. Tampoco olvidó sus promesas y, siendo ya un pintor reconocido a nivel internacional, se presentó al concurso de carteles de les Fogueres de San Chuan, bajo el seudónimo El diablillo aprendiz, donde obtuvo el primer premio. La obra se imprimió en la Imprenta Laribal y hoy forma parte de la colección de carteles que ilustran la historia de las fiestas de la ciudad.

lunes, 13 de junio de 2016

Perlas en la Charca llega a Madrid

El sábado, día 18, nuestro hijo de papel, PERLAS EN LA CHARCA, se presentará en Madrid. ¡Estáis todos invitados!

El acto se celebrará a las 18.30 horas, en LA LIBRE DE BARRIO. Calle Villaverde, 4. 28912 Leganés.

Participarán los miembros de Charca Literaria: Alejandro López, Almudena Villalba, Felipe Grisolía y Montse Espinar.


jueves, 9 de junio de 2016

Tertulia literaria en Quilpué (Chile)

 
 
 
TERTULIA LITERARIA: ANTOLOGÍA PERLAS EN LA CHARCA
DÍA: martes 12 de abril de 2016 - HORA: 19:00 PM.
LUGAR: Librería Fuegia, Blanco 998, Quilpue.
...
COORDINADORAS: Aurora Posada De Gregorio y Laura Valdez.
1- RECEPCIÓN Y APERTURA
a) A cargo de Mauricio Velázquez
2- PALABRAS DE BIENVENIDA Y PRESENTACIÓN DE LAS PARTICIPANTES
a) Palabras de la escritora y poeta chilena a cargo de Marjorie Mardonez
RESEÑA HISTÓRICA DE CHARCA LITERARIA
Constitución, consolidación, como grupo virtual y producciones; a cargo de Laura Valdez.
3- INTERVENCIÓN MUSICAL
a) La intérprete Connie Castro, de Colombia, interpretará un tema musical.
4- LECTURA DE 5 MICRORRELATOS DE PERLAS EN LA CHARCA
a) Consigna uno: La primavera la sangre altera, “La sublime danza de viento y color” de Juana Mora Alés, a cargo de Malena.
b) Consigna dos: Tan… como un oso de peluche, “El dedo acusador” de Sergio López, a cargo de Corina.
c) Consigna tres: Pan con pan…, “Carne fresca” de Almudena Villalba Organero, a cargo de Sabrina.
d) Consigna cuatro: Su increíble… me dejó sin habla, “Exiliado” de Montse Espinar, a cargo de Aurora María.
e) Consigna cinco: Un sonido a través de la pared, “El poeta caníbal” de Juan Cristóbal Espinoza Hudtler, a cargo de Malena
5- INTERVENCIÓN MUSICAL
a) La intérprete Connie Castro, de Colombia, interpretará un tema musical.
6- LECTURA DE 5 MICRORRELATOS DE PERLAS EN LA CHARCA
a) Consigna seis: Sucedió una noche de verano, “Un pequeño milagro” de Julia Luca a cargo de Mimi.
b) Consigna siete: Coral y espuma, “Bruma” de Felipe Grisolía a cargo de Laura.
c) Consigna ocho: Al final de un sueño, “Nuestro veneno” de Alejandro López a cargo de Francisca.
d) Consigna nueve: Una flor después de la tormenta, “La lluvia de los naranjos” de Alba Eva Gómez a cargo de Netty.
e) Consigna diez: Existen las palomas grises, “La conciencia” de Liliana Ebner, a cargo de Marjorie.
7- INTERVENCIÓN MUSICAL
b) La intérprete Connie Castro, de Colombia, interpretará un tema musical.
8- INTERPRETACIÓN DE UN MICRORRELATO
La actriz Corina Posada realizará una interpretación de un micro de la coautora Núria Burguillos: “Agua salada”
9- CONVERSACIONES CON EL PÚBLICO.
Se dará inicio al coloquio de ideas en torno a los textos leídos, cómo se inspiraron, cómo influyó la consigna, etc.
Se invitará a los asistentes a leer sus producciones.
10- ENTREGA DE SEÑALADORES E INVITACIÓN A LA COMPRA DEL LIBRO.
 
 
 
 
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Fuegia fue una aborigen de Tierra del Fuego, de la etnia de los yaganes que en el año 1830, a los nueve años de edad, cayó tomada como rehén junto a tres jóvenes de su país por la expedición inglesa del marino y meteorólogo Robert Fitz Roy y llevada a Inglaterra para realizar una suerte de experimento cultural.
Les enseñaron el idioma inglés, tuvieron preparación escolar y la niña asombró por su facilidad para aprender.
Al ser traída nuevamente a su tierra viajó también el joven naturalista Charles Darwin, quien realizaba un viaje de estudio por el mundo, que sirvió de base para la elaboración de su teoría científica sobre la evolución de las especies.
Estos aborígenes aprisionados y finalmente liberados en su comunidad, fueron objeto de estudio de Darwin, quien tomó apuntes sobre toda la experiencia vivida.
Escribió Darwin en su diario: “Fuegia Basket era una linda muchachita, modesta y reservada con una expresión afable, pero triste a veces y gran facilidad para aprender cualquier cosa y especialmente idiomas. Así lo demostró imponiéndose en el portugués y español para hacerse entender, en el breve tiempo que se detuvo en Río de Janeiro y Montevideo y en su conocimiento del inglés”.
Años más tarde, Charles Darwin supo que la joven había vuelto a su vida anterior, a su vida "salvaje".
Fuegia, entonces, es el nombre de la que sobrevivió a lo extraño y volvió a sus orígenes...
 

miércoles, 1 de junio de 2016

Presentación de PERLAS EN LA CHARCA en Santiago de Chile

Acto central / Para ver el vídeo PINCHA AQUÍ



 
 
Perlas en la Charca / Palabras: 9 de Abril de 2016 
                       por Pavella Coppala

¿Qué es una charca, también charco? Una voz rotunda donde el agua se detiene, después de la lluviosa acción de las nubes. Grande, profundo, a veces es su tamaño; otras, alargado, tenue, apenas un descuido de una fuente que coronó la superficie de la tierra, después de la lluvia o el solitario riego de la mujer, del hombre, del niño.
Parece un espejo: refracta el sol, la nube allá arriba, prolonga la cadencia de las ramas del árbol que llenan nuestros ojos; doblega al otro que también se mira, porque los ojos ya no entran en el primer rostro real, de piel. Una charca conforma un espejo natural, el charco y su charca constituyen la bella imagen en el espejo agua.
Estos autores llamaron así a este libro, a esta antología que hoy se abre al mundo sobre el papel impreso: Perlas en la Charca. Pedazos de perlas bruñidas encima del espejo de agua. Varios microrrelatos, en prosa, escritos por estos autores van dando forma a este espejo – agua – Charca. Fueron creados en la soledad doméstica del que se debe solo-sola para la escritura. Porque el acto de la escritura es la soledad acompañada de palabras que se vuelven mundo frente a la mente que las trajo desde algún lugar atesorado, insinuando el sentido frente a la lámpara, en medio del cigarrillo, ajustando la cintura a la medida estricta de 200 palabras, porque no debían ser más; así quedaron de acuerdo estos autores: 200 palabras para escribir una historia.
Pero antes, mucho antes, en algún instante de la órbita virtual, todos estos autores del espejo – agua – Charca tuvieron que sortear un encuentro: se conocieron a través de un computador, en medio de la nada y del todo en el espacio virtual. Allí deambularon, allí conversaron, allí se hicieron cómplices sin haberse visto jamás, sin haber definido realmente cada uno de sus rostros.
De este modo, las redes sociales promulgaron el sentido de su propia virtud; Redes Sociales: internet, espacio virtual, lugar extraño y audaz, lugar concreto de hacedores de la escritura, de la creación, lugar de encuentro desde donde se originó un libro, Perlas en la Charca.
Interesante resulta, entonces, recalcar la probabilidad concreta de hacer de las redes sociales un lugar de encuentro de carne y hueso, de fogón, de carcajadas y biografías. Interesante resulta, entonces, coincidir que desde esa virtualidad, mujeres concretas con ojos y brazos y pelos y bocas, premunidas de palabras, de muchas palabras, de sonidos, de muchos sonidos en sus palabras, se volvieron cómplices en la escritura. Resulta maravilloso saludar a este colectivo de autores en su máxima concretud.
La literatura y el arte han encontrado en las redes sociales un espacio / lugar de democratización, esto es de encuentro. Ejemplos como este se multiplican más allá del teclado; la comunicación se expande y resuelve formas y códigos que aventuran a las personas a crear alternativas de difusión para que los encuentros se humanicen en la expansión de su naturaleza creativa. Discursos interesantes, nuevos, encuentran aquí la prolongación de sus paisajes y desfronterizan. A través de las redes sociales, justamente las fronteras se tornan anacrónicas, permitiendo que la palabra y la imaginación oriunda de este o este otro país se trasladen a la casa universal. Estos encuentros creativos ejemplifican justamente lo errático de las fronteras, evidencian la estrechez que comulgan los guardianes fronterizos en este tiempo y espacio histórico en donde los oscuros peajes –en el límite de cada país- exaltan desgraciadamente xenofobia.
Vivimos un tiempo extraño en este mundo; por un lado, nos expandimos a través de las redes sociales y, por el otro, se mata y se discrimina al extranjero, al que emigra, al otro.
Aquí, en este libro Perlas en la Charca, triunfó el encuentro de la palabras, se impuso el deseo de la vida, se desfronterizó la palabra y el paisaje y se instaló el afecto. Aquí, en Perlas en la Charca, se concretó el espejo-agua que nos permite restituir la mirada del otro como un propio rostro.

sábado, 21 de mayo de 2016

Presentación de PERLAS EN LA CHARCA en EL CAMPELLO

Hoy, El Campello (Alicante) no dejará de croar... Gracias, compañeros y compañeras de Charca Literaria, nuestras Perlas están en buenas manos.

A las 18,30 horas, en la Casa De La Cultura El Campello, Alicante. Sala Enric Valor.

¡Los que estéis cerca, no os lo perdáis!

Nos representan: Alejandro López, Almudena Villalba, Felipe Grisolía y Montse Espinar.


jueves, 21 de abril de 2016

Charca Literaria, en la Fiesta de Sant Jordi de L'Hospitalet de Llobregat

El sábado dia 23 de abril, día de Sant Jordi, día del libro y de la rosa, Charca Literaria firmará el libro PERLAS EN LA CHARCA, en la mesa de las Bibliotecas de L'Hospitalet de Llobregat.

Núria Burguillos, residente en el municipio catalán, representará a las ranas y los sapos en estas latitudes.

Es un honor y un salto de rana en el exitoso camino iniciado por nuestra obra colectiva en Náquera, seguido en Valencia y Cartagena de Indias y culminado en Chile.

Charca Literaria, con sus Perlas, deslumbra y es imparable.

 
 
 
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Preparada para la firma de libros, actividad principal del dia de Sant Jordi
para los escritores y escritoras
 
 













Con Gina, hija de Netty del Valle, charquera Colombiana, que representó a su madre en la mesa de Charca Literaria.

 
En plena actividad...